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06 Dic2024

La alegría posible

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced de Curicó
Vicario Episcopal Curicó – Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

El ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David, llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en su casa y la saludó diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor está contigo”. Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el ángel le dijo: “No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su reino no tendrá fin”. María dijo al Ángel: “¿Cómo puede ser eso, si yo no tengo relación con ningún hombre?”. El ángel le respondió: “El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios”. María dijo entonces: “Yo soy la servidora del Señor, que se haga en mi según tu Palabra”. Y el Ángel se alejó (Lucas 1, 26-38).

En este domingo con el cual finalizamos el mes de María, que está inscrito en el corazón de la mayoría de los cristianos porque es un mes de alegría y de esperanza, de la primavera que se afianza cada día más y adorna con las flores de todos los colores en cada capilla o gruta dedicada a la Madre. Quiero ofrecerles como en muchas ocasiones la reflexión del Padre Pagola que nos permite comprender lo que significa este anuncio a la joven de Nazareth: “La primera palabra de parte de Dios a sus hijos, cuando el Salvador se acerca al mundo, es una invitación a la alegría. Es lo que escucha María: «Alégrate».

Jürgen Moltmann, el gran teólogo de la esperanza, lo ha expresado así: «La palabra última y primera de la gran liberación que viene de Dios no es odio, sino alegría; no es condena, sino absolución. Cristo nace de la alegría de Dios, y muere y resucita para traer su alegría a este mundo contradictorio y absurdo».

Sin embargo, la alegría no es fácil. A nadie se le puede forzar a que esté alegre; no se le puede imponer la alegría desde fuera. El verdadero gozo ha de nacer en lo más hondo de nosotros mismos. De lo contrario será risa exterior, carcajada vacía, euforia pasajera, pero la alegría quedará fuera, a la puerta de nuestro corazón.

La alegría es un regalo hermoso, pero también vulnerable. Un don que hemos de cuidar con humildad y generosidad en el fondo del alma. El novelista alemán Hermann Hesse dice que los rostros atormentados, nerviosos y tristes de tantos hombres y mujeres se deben a que «la felicidad solo puede sentirla el alma, no la razón, ni el vientre, ni la cabeza, ni la bolsa».
Pero hay algo más. ¿Cómo se puede ser feliz cuando hay tantos sufrimientos sobre la tierra? ¿Cómo se puede reír cuando aún no están secas todas las lágrimas y brotan diariamente otras nuevas? ¿Cómo gozar cuando dos terceras partes de la humanidad se encuentran hundidas en el hambre, la miseria o la guerra?

La alegría de María es el gozo de una mujer creyente que se alegra en Dios salvador, el que levanta a los humillados y dispersa a los soberbios, el que colma de bienes a los hambrientos y despide a los ricos vacíos. La alegría verdadera solo es posible en el corazón del que anhela y busca justicia, libertad y fraternidad para todos. María se alegra en Dios, porque viene a consumar la esperanza de los abandonados.

Solo se puede ser alegre en comunión con los que sufren y en solidaridad con los que lloran. Solo tiene derecho a la alegría quien lucha por hacerla posible entre los humillados. Solo puede ser feliz quien se esfuerza por hacer felices a los demás. Solo puede celebrar la Navidad quien busca sinceramente el nacimiento de un hombre nuevo entre nosotros”.

Que estas palabras nos animen a la alegría profunda.

Segundo domingo de Adviento La Inmaculada Concepción de la Virgen María, 8 de diciembre 2024.

 

29 Nov2024

“Estén prevenidos y oren incesantemente”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced de Curicó
Vicario Episcopal Curicó – Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús dijo a sus discípulos: Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas. Los hombres desfallecerán de miedo ante la expectativa de lo que sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria. Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación. Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra. Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante el Hijo del hombre (Lucas 21, 25-28. 34-36).

Vivimos el inicio de un nuevo año litúrgico. Y este primer domingo de Adviento nos presenta un pasaje de san Lucas en el cual se destacan los signos que anteceden la venida del Hijo del hombre. Son imágenes con las cuales muchísima gente alimenta su creencia de que existe un final del mundo, como ya comentábamos en el domingo de Jesucristo, rey del universo. Pero sería un poco extraño que un rey viniera a reinar donde todo ha desaparecido, donde no hubiera paisaje ni personas con las cuales compartir. Entonces nos cabe preguntarnos: ¿qué tipo de reinado es el que viene? ¿a qué se refiere con la liberación? ¿por qué nos alerta acerca de quedar a salvo?

Son preguntas que han estado presente durante toda la historia de estos dos mil años de Jesucristo en el mundo. Para los primeros cristianos, más bien para los judíos, estas escenas de destrucción se cumplieron efectivamente con la destrucción de Jerusalén y el Templo, pero permaneció el cristianismo y sus predicadores que se repartieron por todos los rincones del mundo conocido.

Me parece muy esperanzador el que podamos mirar hacia esa figura del Señor que nos renueva y nos permite mirar con otros ojos la realidad y la vida misma, ya que la novedad de la conversión trae efectivamente la destrucción de todo lo que se opone a esa presencia de vida en el mundo: el que se convierte al amor destruye los odios, las mentiras; el que mira a Jesús sabe reconocer en el otro su presencia por lo tanto destruye la discriminación, la falta de caridad, la envidia, la soberbia humana; el que mira el mundo con los ojos de Jesús destruye con esa mirada comprometida la desertificación de los campos, la contaminación de los ríos, la impureza del aire que necesitamos para respirar.

La venida del Hijo del hombre solamente debe asustar a aquellos que tienen su corazón lleno de avaricia, de insensibilidad, de falta de solidaridad, porque quedará totalmente destruida esa realidad cuando en el corazón humano anide la vida nueva de Jesús.

El tiempo de Adviento es un momento de preparar el corazón para que venga a nacer de manera efectiva el Señor, no es algo que ocurre solamente en la liturgia, sino que acontece en la realidad donde los que confían en Jesús que viene lo hacen cercano en palabras y gestos liberadores.

Lo que con gran fuerza se nos viene a decir será que en el corazón de Dios no existe un punto final, una destrucción de todo de tal modo que desaparezca la vida de la tierra y el universo entero, sino que nos trae la alegría de saber que él estará siempre junto a nosotros, que su mensaje no pasará y que perdurará gracias a quienes, confiados, lo dejan entrar en su corazón humilde y sencillo, que contagiará a todos como discípulos misioneros.

Primer domingo de Adviento, 1 de diciembre 2024.

22 Nov2024

“Tú lo dices: Yo soy Rey”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced Curicó
Vicario Episcopal Curicó – Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Pilato llamó a Jesús y le preguntó: <<¿Eres Tú el rey de los judíos?>>. Jesús le respondió: <<¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho de mí?>>. Pilato replicó: <<¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que has hecho?>>. Jesús respondió: <<Mi realeza no es de este mundo. Si mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían combatido para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi realeza no es de aquí>>. Pilato le dijo: <<¿Entonces Tú eres rey?>>. Jesús respondió: <<Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad, escucha mi voz>> (Juan 18, 33-37).

Hoy es el último domingo del año litúrgico y celebramos esta fiesta que lleva el título de “Jesucristo, Rey del Universo”.

Seguramente hemos tenido en nuestra historia personal de fe y religiosa la imagen de un rey triunfante y con poder ilimitado, con riquezas inmensas y que se dispone a juzgar desde un lugar lejano a todos los hombres y mujeres del universo. Pero la imagen que hoy vemos en el evangelio de San Juan no calza con la creación imaginativa de las personas. Aparece un hombre en un momento decisivo de derrota humana a sus planes de instaurar un reino, por muy celestial que fuera.

Nuestro Rey aparece siendo juzgado por un hombre poderoso, que no es rey; es un simple representante de un soberano que tiene un gran imperio bajo sus pies. Es entonces una verdad el hecho de que está siendo juzgado por algún delito cometido o, por una falta contra las leyes vigentes.

Asombra en el texto ver que Jesús apresado domina la escena conduciendo el diálogo e interpelando a Pilato en torno a la verdad, que es algo más allá de lo que pueden contemplar sus ojos.

Me parece que es muy profunda la pregunta y es donde todos debemos llegar a la respuesta que permita un compromiso vital con esa verdad que se anuncia. Jesús dice que la verdad se asocia a su voz, a su persona; a su manera de vivir desde el principio hasta el fin, en una relación con la humanidad que le lleva a ser la voz de los que no tienen voz y su sanación es un levantamiento del hombre para que pueda incorporarse a la vida entera de la sociedad. Para construirla con su aporte y no solo escuchando a aquellos que gritan más fuerte pero su palabra no es verdad.

Jesús dirige el diálogo para hacer notar que su juicio es más bien una entrega. Un Don que realiza la liberación total.

En un poco de pan y en un poco de vino nos recuerda cada día su reinado de amor, su invitación a participar en la concreción de la verdad que se manifiesta cada día.

Hoy, estamos celebrando en Chile un nuevo proceso de elecciones de Gobernadores Regionales; la Iglesia Católica no tiene un candidato. Cada persona debe marcar en conciencia según su proyecto que brota de la fuerza del evangelio de nuestro Rey, que habla de acogida de las personas, provoca encuentro, propicia la solidaridad, la búsqueda del bien común. De esa manera se hace evidente el Reinado de Jesús.

La vida eucarística es un paso importante en la vida de todo hombre y mujer porque no se asocia a una simple participación en la misa de cada día, sino que tiene que ver con el aporte de los criterios de Cristo en las decisiones personales, comunitarias y políticas de un país. Que Cristo Rey del Universo sea en todas las realidades la vida y la palabra que surgen de decisiones transformadoras por el ejemplo de quien es nuestro maestro y Señor, que tiene siempre ante sí la voluntad del padre y no la propia, el hacer bien a los demás antes que a sí mismo.

Nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, domingo 24 de noviembre 2024.

15 Nov2024

“Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José- La Merced de Curicó
Vicario Episcopal Curicó – Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús dijo a sus discípulos: En aquellos días, el sol se obscurecerá, la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes, lleno de poder y de gloria. Y Él enviará a los ángeles para que congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un extremo al otro del horizonte. Aprendan esta comparación, tomada de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así también, cuando vean que suceden estas cosas, sepan que el fin está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora, nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el Padre (Marcos 13, 24-32).

Estamos en el penúltimo domingo del año, y el texto bíblico nos habla en un lenguaje que a veces nos da miedo: es el género Apocalíptico, que como hemos conocido en san Juan, significa revelación, que no es lo mismo que adivinación; la revelación nos explica lo que sucederá a partir de constataciones científicas que son comprobadas por los diversos sistemas que conocemos en la actualidad. Pero no podemos adivinar el día o la hora, la fecha en que suceden las cosas.

Nadie puede adivinar la hora en la cual germina una semilla para dar paso a un tallo y luego a la planta y finalmente a los frutos que serán cosechados para alimentar a una familia que confía en esa recogida de dones.

Cuando se refiere al Reino de Dios, no se tiene fecha indicada. Podemos recordar que muchas personas esperaban con temor el cambio de siglo del veinte al veintiuno. Otros, los vaticinios de los mayas para el año dos mil doce, etc. Ha habido en toda la historia personas que intentan hacer creer en un inminente fin del mundo. Algo que no está en el anuncio de Jesús porque su confianza está puesta en el Señor y en su sabio designio.

Los científicos saben muy bien que todo ha tenido un comienzo, que lo describen claramente, ha habido fin de eras: etapas en las cuales la superficie del mundo cambió y generaciones de seres vivos desaparecieron y comenzaron a existir otras nuevas. Del mismo modo se puede verificar que los astros, entre ellos nuestro planeta, también desaparecerá; pero el hombre y la mujer creyente saben mirar más allá de esa contingencia. Nuestros hermanos que han muerto terminaron su estadía con nosotros, y ahora comparten una realidad nueva de purificación, dice el catecismo de la Iglesia o de cielo, según nuestra elección personal. Pero partiremos, todos lo haremos algún día.

Estas cosas, sabidas por todos nos disponen a una actitud esperanzada, de trabajo permanente y sin cesar porque sabemos que muchas comunidades de personas no tienen su corazón puesto en Dios. De ahí brota, entonces, la tarea misionera ordenada por el Señor y tiene que ver con el anuncio gozoso de la venida de Jesús y su Reino. Con todo lo que implica nuestra renovación del corazón para que se establezca una sociedad solidaria, cuidadosa del ambiente en el cual vive para que la casa común perdure, donde todos se sientan incluidos y nadie padezca sufrimientos.

Como la misma ciencia dice, no se sabe en cuantos miles o millones de años sucederá la debacle universal. Pero a nosotros nos cabe ser la palabra de esperanza, la del hombre nuevo que redescubre la novedad del evangelio que trae a todos el pensamiento de Dios que no impone ni se compone de puros mandamientos, sino que viene como el Mesías que muestra una bondad profunda, que comprende a todos y los asocia a su misión que renueva el universo y lo salva de la destrucción inminente.

Que nuestra vida sea reflejo de esa actitud de escucha, de propuesta, de compromiso en el trabajo diario, en la superación de toda realidad de abuso.

No podemos dejar de acogernos a las manos amorosas de María, nuestra madre a quien le dedicamos este mes de oración, para que en su intercesión de madre nos permita comprender mejor lo que significa vivir las enseñanzas de Jesús, su Hijo.

Trigésimo tercer domingo del año, 17 de noviembre.

08 Nov2024

Dar lo que sobra o darlo todo como Jesús

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó – Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús enseñaba a la multitud: <<Cuídense de los escribas, a quienes les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer largas oraciones. Éstos serán juzgados con más severidad>>. Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos pequeñas monedas de cobre. Entonces Él llamó a sus discípulos y les dijo: <<Les aseguro que esta pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia, dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir>> (Marcos 12, 38-44).

Un nuevo domingo nos encuentra con Jesús que enseña a la multitud, su actitud contemplativa le permite darse cuenta de la realidad de los habitantes de ese pueblo en el que está y que en cierto modo se puede atribuir a todas las comunidades humanas del mundo. El Padre Pagola nos instruirá hoy en torno a esta situación, luego de leer el evangelio nos dice: “La escena es conmovedora. Una pobre viuda se acerca calladamente a una de las trece alcancías colocadas en el recinto del templo, no lejos del patio de las mujeres. Muchos ricos están depositando cantidades importantes. Casi avergonzada, ella echa sus dos moneditas de cobre, las más pequeñas que circulan en Jerusalén.

Su gesto no ha sido observado por nadie. Pero, en frente de las alcancías, está Jesús viéndolo todo. Conmovido, llama a sus discípulos. Quiere enseñarles algo que sólo se puede aprender de la gente pobre y sencilla. De nadie más.

La viuda ha dado una cantidad insignificante y miserable, como es ella misma. Su sacrificio no se notará en ninguna parte; no transformará la historia. La economía del templo se sostiene con la contribución de los ricos y poderosos. El gesto de esta mujer no servirá prácticamente para nada.

Jesús lo ve de otra manera: «Esta pobre viuda ha echado más que nadie». Su generosidad es más grande y auténtica. «Los demás han echado lo que les sobra», pero esta mujer que pasa necesidad, «ha echado todo lo que tiene para vivir».

Si es así, esta viuda vive, probablemente, mendigando a la entrada del templo. No tiene marido. No posee nada. Sólo un corazón grande y una confianza total en Dios. Si sabe dar todo lo que tiene, es porque «pasa necesidad» y puede comprender las necesidades de otros pobres a los que se ayuda desde el templo.

En las sociedades del bienestar se nos está olvidando lo que es la «compasión». No sabemos lo que es «padecer con» el que sufre. Cada uno se preocupa de sus cosas. Los demás quedan fuera de nuestro horizonte. Cuando uno se ha instalado en su cómodo mundo de bienestar, es difícil «sentir» el sufrimiento de los otros. Cada vez se entienden menos los problemas de los demás.

Sin embargo, como necesitamos alimentar dentro de nosotros la ilusión de que todavía somos humanos y tenemos corazón, damos «lo que nos sobra». No es por solidaridad. Sencillamente ya no lo necesitamos para seguir disfrutando de nuestro bienestar. Sólo los pobres son capaces de hacer lo que la mayoría estamos olvidando: dar algo más que las sobras”. Hasta aquí el Padre Pagola.

Me parece muy iluminador y a la vez un texto que viene a corregir nuestra costumbre de dar lo que nos sobra en todos los aspectos: generalmente la ropa que ya no sirve, ¿me imagino que le servirá a otros?; ¿nuestro compromiso eclesial es un tiempo que dedico para ‘ayudar al curita’ se suele decir y no es para vivir mi vida cristiana?; damos nuestra vida profesional a veces con poca convicción y nos transformamos en “profesionales de algo”, pero no entregamos toda la vida haciéndola monótona y le damos mala atención a quienes deben pasar por nosotros en trámites de oficina, de salud, de justicia, etc.. Pidamos a Jesús que nos dé siempre el don de darlo todo como él lo ha hecho.

Trigésimo segundo domingo del año, 10 de noviembre 2024.

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