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03 Nov2025

“El Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús entró en Jericó y atravesaba la ciudad. Allí vivía un hombre muy rico llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos. Él quería ver a Jesús, pero no podía a causa de la multitud, porque era de baja estatura. Entonces se adelantó y subió a un sicómoro para poder verlo, porque iba a pasar por allí. Al llegar a ese lugar, Jesús miró hacia arriba y le dijo: Zaqueo, baja pronto, porque hoy tengo que alojarme en tu casa. Zaqueo bajó rápidamente y lo recibió con alegría. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: <<Se ha ido a alojar en casa de un pecador>>. Pero Zaqueo dijo resueltamente al Señor: <<Señor, yo doy la mitad de mis bienes a los pobres, y si he perjudicado a alguien, le doy cuatro veces más>>. Y Jesús le dijo: <<Hoy ha llegado la salvación a esta casa, ya que también este hombre es un hijo de Abraham, porque el Hijo del hombre vino a buscar y a salvar lo que estaba perdido>> (Lucas 19, 1-10).

Cuando contemplamos a Zaqueo, podemos hacer una reflexión que nos sitúe en lo que ha sido la reflexión del Papa Francisco en la dimensión del trabajo en los números 268 y ss, de la Exhortación “Christus vivit” a los jóvenes que hemos compartido en algunos domingos. Zaqueo es un hombre odiado por los judíos por ser un colaborador del gobierno opresor y además se hace un refugio para superar sus propios complejos de inferioridad por el porte y seguramente de personalidad ya que no es querido por nadie. El encuentro con Jesús le cambia su personalidad. Para Jesús el trabajo, cuando es honrado, siempre será fuente de realización y de crecimiento.

“268.Los Obispos de Estados Unidos han señalado con claridad que la juventud, llegada la mayoría de edad, <<a menudo marca la entrada de una persona en el mundo del trabajo. “¿Qué haces para vivir?” es un tema constante de conversación, porque el trabajo es una parte muy importante de sus vidas (…) Hombres y mujeres jóvenes hablan del trabajo como cumplimiento de una función y como algo que proporciona un sentido. Permite a los adultos jóvenes satisfacer sus necesidades prácticas, pero aún más importante buscar el significado y el cumplimiento de sus sueños y visiones.

269.Ruego a los jóvenes que no esperen vivir sin trabajar, dependiendo de la ayuda de otros. Eso no hace bien, porque <<el trabajo es una necesidad, parte del sentido de la vida en esta tierra, camino de maduración, de desarrollo humano y de realización personal. En este sentido, ayudar a los pobres con dinero debe ser siempre una solución provisoria para resolver urgencias>>. De ahí que <<la espiritualidad cristiana, junto con la admiración contemplativa de las criaturas que encontramos en san Francisco de Asís, ha desarrollado también una rica y sana comprensión sobre el trabajo, como podemos encontrar, por ejemplo, en la vida del beato Carlos de Foucault y sus discípulos>>.

272.No siempre un joven tiene la posibilidad de decidir a qué va a dedicar sus esfuerzos, en qué tareas va a desplegar sus energías y su capacidad de innovar. Porque además de sus propios deseos, y aún más allá de las propias capacidades y del discernimiento que uno realice, están los duros límites de la realidad.

Me parece, que este último párrafo nos invita a mirar este ejemplo de Zaqueo. No sabemos más que lo escrito en el evangelio, pero puede haber sido una situación de único trabajo que encontró, una forma fácil de hacer fortuna; una manera de superar sus complejos o una manera de sobresalir cuando no existía ninguna norma establecida. Pero la mirada, la acogida, el abrazo de Jesús transformó a quien se había endurecido y era colaborador de los romanos en un hombre arrepentido y que se volvía a los brazos de Dios.

Luego de esta reflexión del Papa Francisco, quiero invitar a que, durante estos días de Todos los Santos, ayer, y los fieles difuntos, hoy, podamos: más que imaginar el mundo de los muertos, imaginar la alegría de los que viven, y que ya comparten la alegría del cielo, nuestra fe nos invita a caminar hacia la realización plena y definitiva, cuando Zaqueo se encontró con Jesús, comenzó a llegar poco a poco a su imagen plena y verdadera. Que los Santos nos animen a crecer y a ser luz de esperanza a los hombres y mujeres del mundo.

Trigésimo primer domingo del año, domingo 2 de noviembre 2025.

24 Oct2025

“Dios mío, ten piedad de mí”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Refiriéndose a algunos que se tenían por justos y despreciaban a los demás, Jesús dijo esta parábola: Dos hombres subieron al Templo para orar; uno era fariseo y el otro, publicano. El fariseo, de pie, oraba así: <<Dios mío, te doy gracias porque no soy como los demás hombres, que son ladrones, injustos y adúlteros; ni tampoco como ese publicano. En cambio, el publicano, manteniéndose a distancia no se animaba siquiera a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: << ¡Dios mío, ten piedad de mí, que soy un pecador!>>. Les aseguro que este último volvió a su casa justificado, pero no el primero. Porque todo el que se eleva será humillado, y el que se humilla será elevado (Lucas 18, 9-14).

En este trigésimo domingo les dejo esta reflexión del Padre Pagola que nos invita a mirar estos dos modelos de oración: “La parábola de Jesús es conocida. Un fariseo y un recaudador de impuestos suben al templo a orar. Los dos comienzan su plegaria con la misma invocación: Oh Dios. Sin embargo, el contenido de su oración y, sobre todo, su manera de vivir ante ese Dios es muy diferente.

Desde el comienzo, Lucas nos ofrece su clave de lectura. Según él, Jesús pronunció esta parábola pensando en esas personas que, convencidas de ser justas, dan por descontado que su vida agrada a Dios y se pasan los días condenando a los demás.

El fariseo ora «erguido». Se siente seguro ante Dios. Cumple todo lo que pide la ley mosaica y más. Todo lo hace bien. Le habla a Dios de sus «ayunos» y del pago de los «diezmos», pero no le dice nada de sus obras de caridad y de su compasión hacia los últimos. Le basta su vida religiosa.

Este hombre vive envuelto en la «ilusión de inocencia total»: yo no soy como los demás. Desde su vida «santa» no puede evitar sentirse superior a quienes no pueden presentarse ante Dios con los mismos méritos.

El publicano, por su parte, entra en el templo, pero se queda atrás. No merece estar en aquel lugar sagrado entre personas tan religiosas. No se atreve a levantar los ojos al cielo hacia ese Dios grande e insondable. Se golpea el pecho, pues siente de verdad su pecado y mediocridad.

Examina su vida y no encuentra nada grato que ofrecer a Dios. Tampoco se atreve a prometerle nada para el futuro. Sabe que su vida no cambiará mucho. A lo único que se puede agarrar es a la misericordia de Dios: Oh Dios, ten compasión de este pecador.

La conclusión de Jesús es revolucionaria. El publicano no ha podido presentar a Dios ningún mérito, pero ha hecho lo más importante: acogerse a su misericordia. Vuelve a casa trasformado, bendecido, «justificado» por Dios. El fariseo, por el contrario, ha decepcionado a Dios. Sale del templo como entró: sin conocer la mirada compasiva de Dios.

A veces, los cristianos pensamos que «no somos como los demás». La Iglesia es santa y el mundo vive en pecado. ¿Seguiremos alimentando nuestra ilusión de inocencia y la condena a los demás, olvidando la compasión de Dios hacia todos sus hijos e hijas?”.

La oración del fariseo y el publicano son dos maneras de ponerse frente a Dios. Para el fariseo, solo cuenta su vida; todo pasa por su esfuerzo personal y cree que todo lo hace bien. 
Hemos comenzado a vivir el año de nuestro centenario diocesano, pidamos que en cada momento de nuestra vida y celebraciones tengamos en cuenta la apertura del corazón al Señor, que nuestra mirada hacia los demás sea cariñosa e inclusiva. Que nos demos cuenta que todo lo va construyendo el Señor y cada uno de nosotros es necesitado de la misericordia divina.

Trigésimo domingo del año, 26 de octubre 2025.

10 Oct2025

Gracias, Señor, por tus beneficios

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Mientras se dirigía a Jerusalén. Jesús pasaba a través de Samaría y Galilea. Al entrar en un poblado, le salieron al encuentro diez leprosos, que se detuvieron a distancia y empezaron a gritarle: <<¡Jesús, Maestro, ¡ten compasión de nosotros!>>. Al verlos, Jesús les dijo: <<Vayan a presentarse a los sacerdotes>>. Y en el camino quedaron purificados. Uno de ellos, al comprobar que estaba sanado, volvió atrás alabando a Dios en voz alta y se arrojó a los pies de Jesús con el rostro en tierra, dándole gracias. Era un samaritano. Jesús le dijo entonces: <<¿Cómo, no quedaron purificados los diez? Los otros nueve, ¿dónde están? ¿Ninguno volvió a dar gracias a Dios, sino este extranjero?>>. Y agregó: <<Levántate y vete, tu fe te ha salvado>>. (Lucas 17, 11-19)

Hemos comentado en muchas ocasiones la débil comprensión que tienen los favorecidos por los signos de Jesús y la falta de fe de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Ya la semana pasada veíamos a los apóstoles pedir a Jesús que les aumente la fe; algo que no es tan fácil porque no se puede hacer magia con algo que es tan profundo y pasa por la experiencia de encuentro con alguien que se gana esa fe, esa confianza de entregarle nuestra intimidad, los pensamientos y deseos; porque sabemos que es una persona que ha conquistado nuestro corazón y no tendremos de parte de él abuso o mala utilización de esa confianza.

El texto de hoy nos hace recordar muchos momentos en los cuales hemos sido favorecidos con gracias diversas: nacimiento de hijos cuando ya habíamos perdido la esperanza; que logramos una beca cuando ya creíamos que terminaríamos aquí con nuestro deseo de estudiar; la salud de esa enfermedad que tenía un diagnóstico totalmente negativo; etc.; es la misma situación que viven esos leprosos que se encuentran con Jesús y son sanados.

Me impresiona que no se dan cuenta del bien que han recibido como si fuera tan normal sanar de una enfermedad incurable. Es más, para los sacerdotes es casi un atrevimiento que un hombre cualquiera tenga este don y en ocasiones se salta la norma del sábado.

Pero, como en otros pasajes, un samaritano. Un extranjero infiel se devuelve agradecido de la salud obtenida, a conversar con Jesús. No era esperado porque Jesús no ha realizado ese signo para ser reconocido, le brota como una palabra amorosa que surge de las entrañas del Padre Dios que siente el dolor de los sufrientes y se compromete con ellos devolviéndoles salud y dignidad. Lo que extraña el Señor es, que habiendo sido varios los sanados, sea solo uno y más encima extranjero el que reconoce este acto de bondad.

Será bueno que cada uno de nosotros mire aquellos motivos que tenemos para agradecer y para reconocer que hemos avanzado en nuestra vida ya que poseemos educación, vivienda, trabajo, amistad, familia, etc.; no todo se consigue por el simpe esfuerzo personal.
La humanidad pierde cuando prescinde de Dios. Decía Hans Küng, un gran teólogo, que “una humanidad sin Dios es solamente un hormiguero bien organizado”. Una comunidad que mira lo trascendente sabe valorar todo lo que tiene. Lo humano y lo divino. Sabe mirar a las personas en toda su riqueza y con el respeto debido a si tiene fe o no la tiene.

Durante estos días hay diversas expresiones de fe en honor a María en sus diversas advocaciones: en Curicó, y las siguientes semanas en Rauco, Sagrada Familia, la localidad de Lora; y muchas otras reciben a hombres y mujeres de profunda fe que vuelven agradecidos de los dones otorgados por intercesión de la Madre de Jesús.

Vigésimo octavo domingo del año, 12 de octubre 2025.

03 Oct2025

“Señor, auméntanos la fe”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Dijo el Señor a sus discípulos: <<Si tu hermano peca, repréndelo, y si se arrepiente, perdónalo. Y si peca siete veces al día contra ti, y otras tantas vuelve a ti, diciendo: “Me arrepiento”, perdónalo>>. Los Apóstoles dijeron al Señor: <<Auméntanos la fe>>. Él respondió: <<Si ustedes tuvieran fe del tamaño de un grano de mostaza, y dijeran a esa morera que está ahí: “Arráncate de raíz y plántate en el mar”, ella les obedecería. Supongamos que uno de ustedes tiene un servidor para arar o cuidar el ganado. Cuando éste regresa del campo, ¿acaso le dirá: “Ven pronto y siéntate a la mesa”? ¿No le dirá más bien: “Prepárame la cena y recógete la túnica para servirme hasta que yo haya comido y bebido, y tú comerás y beberás después”? ¿Debería mostrarse agradecido con el servidor porque hizo lo que se le mando? Así también ustedes, cuando hayan hecho todo lo que se les mande, digan: “Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber”>> (Lucas 17, 3-10).

“Auméntanos la fe”, creo que es una gran petición. Todo el mundo debiera ser capaz de hacer esta prerrogativa al Señor. Tengo la impresión de que una gran mayoría de las personas que se acercan a la vida eclesial y a la participación en la vida comunitaria lo hacen desde el conocimiento racional de un Dios que no está en su corazón. Es más, la gente atea pide cosas a Dios, con la sola intención de burlarse de los que sí creen y para comprobar su teoría de la no existencia de Dios.

Para aquellos que se acercan con una pequeña porción de fe, la experiencia de conocer a Jesús en su verdadero rostro, seguramente poco a poco los irá haciendo comprender que su entrada en el mundo es por los caminos normales de nacimiento en una familia con una larga genealogía y en un lugar situado geográfica y temporalmente. El crecimiento de la fe estará marcado por la experiencia que ha encontrado el mismo Jesús en su vida terrenal, en el amor profundo de un padre y de una madre que han dado todo por él, que lo han hecho experimentar la seguridad de un amor entrañable que incluso lo hace descubrir en la Palabra de Dios, en los Profetas y los Escritos, el rostro amable de un verdadero Padre y no de una amenaza que vigila siempre para castigar. Dios siempre te mira, pero para cuidarte, para consolarte, para que camines siempre con seguridad. Auméntanos la fe para poder descubrir que debemos caminar en la vida como si todo dependiera de nosotros, pero sabiendo que todo depende de él, en la medida en que lo dejamos actuar.

Cuando se vive de esta manera, no hay obligaciones ni mandamientos dolorosos. La gente que se ha quedado en una visión antigua, siempre se quejan de lo difícil que es creer. No es fácil, pero es tan simple como abrir tu mente y corazón para acoger el Don de Dios que te impulsa siempre a dar más de lo que se te ha pedido. Cuando se ama, el servidor siempre entrega todo, no se cansa. Siempre inventa nuevas maneras de expresar ese amor que brota en su vida entera. El que no cree o está en camino a creer, experimenta todo como mandato que trae un castigo si no se logra la meta, y para él Dios siempre será una amenaza. El amor ha transformado todo en absoluta donación, el gesto de la cruz de Jesús es confianza plena en el amor del Padre y es entrega generosa por la salvación de quienes no pueden salvarse por sí mismos sin la intervención de quien nos ha creado.

En este mes estamos invitados a un gesto de amor hacia nuestros hermanos mayores. Es el mes del adulto mayor y nuestro país, así como la mayoría de los países ha aumentado el porcentaje de adultos mayores y muchos padecen abandono de las instituciones, enfermedades y lo más doloroso que es la soledad…

Vigésimo séptimo domingo del año, 5 de octubre 2025.

26 Sep2025

Construyamos puentes de unidad

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal de Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús dijo a los fariseos: Había un hombre rico que se vestía de púrpura y lino finísimo y cada día hacía espléndidos banquetes. A su puerta, cubierto de llagas, yacía un pobre llamado Lázaro, que ansiaba saciarse con lo que caía de la mesa del rico; y hasta los perros iban a lamer sus llagas. El pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. El rico también murió y fue sepultado. En la morada de los muertos, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro junto a él. Entonces exclamó: <<Padre Abraham, ten piedad de mí y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en el agua y refresque mi lengua, porque estas llamas me atormentan>>. <<Hijo mío, respondió Abraham, recuerda que has recibido tus bienes en vida y Lázaro, en cambio, recibió males; ahora él encuentra aquí su consuela y tú, el tormento. Además, entre ustedes y nosotros se abre un gran abismo. De manera que los que quieren pasar de aquí hasta allí no pueden hacerlo, y tampoco se puede pasar de allí hasta aquí>>. El rico contestó: <<Te ruego entonces, padre, que envíes a Lázaro a la casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos: que él los prevenga, no sea que ellos también caigan en este lugar de tormento>>. Abraham respondió: <<Tienen a Moisés y a los Profetas: que los escuchen>>. <<No, padre Abraham, insistió el rico. Pero si alguno de los muertos va a verlos, se arrepentirán>>. Pero Abraham respondió: <<Si no escuchan a Moisés y a los Profetas, aunque resucite alguno de entre los muertos, tampoco se convencerán>> (Lucas 16, 19-31).

Hoy somos invitados a rezar por Chile. Nuestra patria, que ha celebrado doscientos quince años de la creación de la primera junta nacional de gobierno, paso inicial para lograr la independencia definitiva que siempre requiere que todos los habitantes junto a las autoridades puedan pensar de manera positiva en el verdadero progreso, nos dirá la oración a Nuestra Señora del Carmen. Porque un país no lo hacen las autoridades de turno, solamente les toca interpretar aquello que brota de la voz y de las búsquedas de toda la comunidad nacional para que se tomen las medidas necesarias que permitan crecer en justicia, en desarrollo económico y en reconocimiento de las personas que habitamos esta larga y angosta faja de tierra.

Así como el rico no supo ver a la puerta de su casa al pobre, sucede que muchas veces se nos olvida mirar la realidad de tantos ciudadanos que no tienen la posibilidad de lograr todos los beneficios que la sociedad actual tiene para entregarles.

Se dice que hay un diez por ciento de personas que poseen el noventa por ciento de la riqueza de Chile. Es cierto que seguramente no todos tienen la capacidad de producir riqueza, pero la generosidad de los que más tienen podría ser solidaria con la realidad de quienes no han podido tener las mismas oportunidades para surgir. Por lo tanto, al hacer oración en este día deberíamos pedirle a Dios que nos diera el don de construir puentes para disminuir la barrera que existe entre ricos y pobres, entre los que tienen mayor capacidad intelectual y los que no la tienen, entre los que gobiernan y los que son gobernados: para que sus decisiones estén involucradas con el sentir de un pueblo y no sea imponer medidas que en otros lados funcionaron creyendo que toda la realidad es la misma.

Nos acogemos en este día a la Madre, Nuestra Señora del Carmen; sabemos que ella nos acompaña desde los inicios de nuestra formación como país. Ha estado animando y fortaleciendo el corazón de sus hijos para que vivan de manera más filial, siendo más hermanos entre nosotros y caminando hacia el verdadero progreso que incluye de manera urgente el compromiso con la emergencia climática y ecológica. Hacemos oración por quienes están en campaña por los cargos de representación pública para que busquen siempre el bien común.

Vigésimo sexto domingo del año, 28 de septiembre 2025.

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