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25 Abr2025

“No seas incrédulo, sino hombre de fe”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

“Al atardecer del tercer día de la semana, los discípulos se encontraban con las puertas cerradas por temor a los judíos. Entonces llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos, les dijo:<<¡La paz esté con ustedes!>>. Mientras decía esto, les mostró sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: <<¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me envió a mí, Yo también los envío a ustedes>>. Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió: <<Reciban el Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan>>. Tomás, uno de los Doce, de sobre nombre el Mellizo, no estaba con ellos cuando llegó Jesús. Los otros discípulos le dijeron: <<¡Hemos visto al Señor!>>. Él les respondió: <<Si no veo la marca de los clavos y la mano en su costado, no lo creeré>>. Ocho días más tarde, estaban de nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás. Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio de ellos y les dijo: <<¡La paz esté con ustedes!>>. Luego dijo a Tomás: <<Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano: métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre de fe>>. Tomás respondió: <<¡Señor mío y Dios mío!>> Jesús le dijo: <<Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber visto!>>. Jesús realizó además muchos otros signos, que no se encuentran relatados en este Libro. Estos han sido escritos para que ustedes crean que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y creyendo, tengan Vida en su Nombre” (Juan 20, 19-31).

El evangelio que hoy recibimos nos muestra a una comunidad de discípulos asustada y encerrada por temor a los judíos. Es la experiencia de quienes han sufrido un trauma muy grande. Han sido marcados por el dolor de ver a su maestro arrestado y torturado de una manera cruel y que ha culminado con la muerte en la cruz, condena vergonzosa y destinada a los delincuentes más peligrosos.

Dentro de la experiencia comunitaria se vive el duelo y dentro de esa misma comunidad se experimenta la presencia nueva de Jesucristo que aparece poniéndose al medio de ellos y los saluda con la frase característica del Resucitado: ¡La paz esté con ustedes! Es la comunidad la que conserva y sostiene la fe de cada uno de los que la forman. Incluso hoy, vemos a Tomás, el que no estaba en la primera aparición del Señor, y que tiene un encuentro que ya no se le olvidará jamás. Ha puesto sus dedos y sus manos en las heridas y en la llaga del costado. En la comunidad se le presenta un encuentro renovador, y que no solo le sostendrá en el tiempo del duelo, sino que será una palabra que resonará toda su vida, hasta morir por Cristo.

De esto hablábamos en el tiempo de cuaresma cuando se invitaba a tener en la oración, en el ayuno, en la misericordia, la solidaridad y en la vida cristiana un proceso que nos moviera a un encuentro con Jesús. Porque los cristianos no vivimos de ritos religiosos, de cumplimiento ciego a mandamientos que no te liberan, sino que terminan esclavizándote más, como lo ha sido la ley para los fariseos.
Los amigos de Jesús al recordarlo cada día tienen presente sus palabras que hablan de amor, sus gestos que muestran la entrega radical en la muerte, y una muerte de cruz, y lo reconocen cada día en los hombres y mujeres que conservan su recuerdo viviendo igual como él lo hizo en una opción libre y madura.

Para Tomás, la comunidad significó el encuentro con el Señor Resucitado y eso le trajo la paz que dura para siempre.

Segundo Domingo de Pascua, 27 de abril 2025.

21 Abr2025

No está entre los muertos

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced de Curicó
Vicario Episcopal de Curicó
Capellán CFT-IP Santo Tomás de Curicó

<<El primer día de la semana, de madrugada, cuando todavía estaba oscuro, María Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido sacada. Corrió al encuentro de Simón Pedro y del otro discípulo al que Jesús amaba, y les dijo: <<Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto>>. Pedro y el otro discípulo salieron y fueron al sepulcro. Corrían los dos juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó antes. Asomándose al sepulcro, vio las vendas en el suelo, aunque no entró. Después llegó Simón Pedro, que lo seguía, y entró en el sepulcro; vio las vendas en el suelo, y también el sudario que había cubierto su cabeza; este no estaba con las vendas, sino enrollado en un lugar aparte. Luego entró el otro discípulo, que había llegado antes al sepulcro: Él también vio y creyó. Todavía no habían comprendido que, según la Escritura, Él debía resucitar de entre los muertos>> (Juan 20, 1-9).

El Padre Pagola nos cuestiona en lo profundo de nuestra fe, nos hace purificar todo lo que nos habíamos hecho idea con respecto a la experiencia de Jesús y su resurrección, nos dice en este día: “¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado. Según Lucas, éste es el mensaje que escuchan las mujeres en el sepulcro de Jesús. Sin duda, el mensaje que hemos de escuchar también hoy sus seguidores. ¿Por qué buscamos a Jesús en el mundo de la muerte? ¿Por qué cometemos siempre el mismo error?

¿Por qué buscamos a Jesús en tradiciones muertas, en fórmulas anacrónicas o en citas gastadas? ¿Cómo nos encontraremos con él, si no alimentamos el contacto vivo con su persona, si no captamos bien su intención de fondo y nos identificamos con su proyecto de una vida más digna y justa para todos?

¿Cómo nos encontraremos con el que vive, ahogando entre nosotros la vida, apagando la creatividad, alimentando el pasado, autocensurando nuestra fuerza evangelizadora, suprimiendo la alegría entre los seguidores de Jesús?

¿Cómo vamos a acoger su saludo de Paz a vosotros, si vivimos descalificándonos unos a otros? ¿Cómo vamos a sentir la alegría del resucitado, si estamos introduciendo miedo en la Iglesia? Y, ¿cómo nos vamos a liberar de tantos miedos, si nuestro miedo principal es encontrarnos con el Jesús vivo y concreto que nos transmiten los evangelios?

¿Cómo contagiaremos fe en Jesús vivo, si no sentimos nunca arder nuestro corazón, como los discípulos de Emaús? ¿Cómo le seguiremos de cerca, si hemos olvidado la experiencia de reconocerlo vivo en medio de nosotros, cuando nos reunimos en su nombre?

¿Dónde lo vamos a encontrar hoy, en este mundo injusto e insensible al sufrimiento ajeno, si no lo queremos ver en los pequeños, los humillados y crucificados? ¿Dónde vamos a escuchar su llamada, si nos tapamos los oídos para no oír los gritos de los que sufren cerca o lejos de nosotros?

Cuando María Magdalena y sus compañeras contaron a los apóstoles el mensaje que habían escuchado en el sepulcro, ellos no las creyeron. Este es también hoy nuestro riesgo: no escuchar a quienes siguen a un Jesús vivo”.

Domingo de la Resurrección del Señor, 20 de abril 2025.

11 Abr2025

“¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús, acompañado de sus discípulos, iba camino a Jerusalén. Cuando se acercó a Betfagé y Betania, al pie del monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: <<Vayan al pueblo que está enfrente y al entrar, encontrarán un asno atado, que nadie ha montado todavía. Desátenlo y tráiganlo; y si alguien les pregunta: <<¿Por qué lo desatan?>>, respondan: <<El Señor lo necesita>>. Los enviados partieron y encontraron todo como él les había dicho. Cuando desataron el asno, sus dueños les dijeron: <<¿Por qué lo desatan?>>. Y ellos respondieron: <<El Señor lo necesita>>. Luego llevaron el asno adonde estaba Jesús y, poniendo sobre él sus mantos, lo hicieron montar. Mientras él avanzaba, la gente extendía sus mantos sobre el camino. Cuando Jesús se acercaba a la pendiente del monte de los Olivos, todos los discípulos, llenos de alegría, comenzaron a alabar a Dios en alta voz, por todos los milagros que habían visto. Y decían: <<¡Bendito sea el Rey que viene en nombre del Señor!¡Paz en el cielo y gloria en las alturas!>>. Algunos fariseos que se encontraban entre la multitud le dijeron: <<Maestro, reprende a tus discípulos>>. Pero él respondió: <<Les aseguro que, si ellos callan, gritarán las piedras>> (Lucas 19, 28-40).

Cada año iniciamos la Semana Santa, los católicos y otras denominaciones cristianas, contemplando esta solemne entrada de Jesús en Jerusalén donde es reconocido por los habitantes y extienden sus mantos sobre el piso para que pase el Señor.

Seguramente para muchos es el eterno recuerdo de un acontecimiento histórico que no tiene nada que ver con la vida actual, y seguramente verá en ello un cierto masoquismo en quienes lo siguen o un cierto sadismo en quien lo propicia que es Dios.

No es ni lo uno ni lo otro, es únicamente el compromiso profundo de un hombre que ha creído en la palabra de su Padre y sabe que será glorificado como lo ha dicho en la transfiguración. Esta entrada triunfal a Jerusalén expresa la gesta humana de vencerse a sí mismo; de darnos el testimonio de que es posible vivir por grandes valores que se pueden aprender y que nos revelan otra vida que se da junto a la que “pareciera ser la verdadera”. Frente a la instintiva reacción humana de consentir ante los deseos de comer, de defenderse, de procrear, de sacarle al mundo sus riquezas y apropiárselas como si fueran de él, Jesús, aparece mostrándonos una vida mejor y que tiene que ver con el Espíritu; con lo que “no es evidente a los ojos”, pero que se percibe en cada hombre y mujer que habita en la tierra.

Cuántas instituciones, ONG’s, comunidades humanas nos invitan a tener relaciones fraternas, a mostrar esa realidad que supera lo corporal y nos hace entrar en el mundo interior de las personas y del planeta mismo.

Sabemos que cada hombre y mujer del mundo tiene sentimientos muy profundos y no los manifiesta a todos: su corazón se abre solamente a quienes tienen la capacidad de recibir con cariño y delicadeza lo que es el otro.

Podemos ver a alguien corporalmente grande, pero interiormente sabe que es débil y frágil y por otro lado podemos ver a una persona pequeñita y delgada que tiene una fortaleza humana y espiritual tan grande que son muchos los que se acercan a ella para encontrar consuelo, descanso, paz, orientación en su vida.

Jesús está en esta dimensión. Podrá verse derrotado en la cruz, pero es parte del camino que ha emprendido por opción y, que en la entrada a Jerusalén nos manifiesta parte de su gloria, que no es para este mundo, ni hace siquiera ostentación de esa calidad. Cuando manifiesta delante de Pilato su filiación es solamente para que los hombres crean en él y en su mensaje de vida. Algo que el pueblo sencillo ya había descubierto en su caminar con él y cuando lo reciben en su entrada triunfal a Jerusalén.

Domingo de Ramos de la Pasión del Señor, 13 de abril 2025.

04 Abr2025

“Vete, no peques más en adelante”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús fue al monte de los Olivos. Al amanecer volvió al Templo, y todo el pueblo acudía a Él. Entonces se sentó y comenzó a enseñarles. Los escribas y los fariseos le trajeron a una mujer que había sido sorprendida en adulterio y, poniéndola en medio de todos, dijeron a Jesús: <<Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio, Moisés, en la Ley nos ordenó apedrear a esta clase de mujeres. Y Tú, ¿qué dices?>>. Decían esto para ponerlo a prueba, a fin de poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, comenzó a escribir en el suelo con el dedo. Como insistían, se enderezó y les dijo: <<Aquél de ustedes que no tenga pecado, que arroje la primera piedra>>. E inclinándose nuevamente siguió escribiendo en el suelo. Al oír estas palabras, todos se retiraron, uno tras otro, comenzando por los más ancianos. Jesús quedó solo con la mujer, que permanecía allí, e incorporándose, le preguntó: <<Mujer, ¿dónde están tus acusadores? ¿Nadie te ha condenado?>>. Ella le respondió: <<Nadie, Señor>>. <<Yo tampoco te condeno -le dijo Jesús-. Vete, no peques más en adelante>> (Juan 8, 1-11).

Seguimos contemplando la misericordia de Dios que se manifiesta frente a la miseria de quien no puede negar su pecado. Jesús es un hombre que conoce profundamente a su Padre y sabe que le interesa su conversión por encima del castigo.

Es cierto que debe haber normas para poder relacionarnos entre las personas de cada lugar, con ciertas sanciones que logren reparar el daño causado a la vida de otro, pero casi en la mayoría de los casos que conocemos una pena de cárcel a algún joven lo lleva más que a la rehabilitación a una escuela del crimen y al salir, lo más probable es que vuelva a cometer ilícitos. Eso sucede cuando queremos castigar, no sucede así cuando queremos lograr que se provoque un cambio sustancial en las personas, sabiendo que eso conlleva una segura transformación de la sociedad.

Jesús nos hace reconocer el pecado. Es evidente que hay una situación de ruptura en una familia porque la infidelidad conyugal daña el corazón de todos los que la componen, les provoca odios y muchas veces resentimientos que se expresan en venganzas. No se trata solamente de una situación entre dos personas. Es una experiencia de utilización del otro, no de amor verdadero. Porque ese amor tiene la capacidad de renunciar a sí mismo por el que se ama.

Cuando Jesús habla, lo que hace es que cada uno de los que están presentes miren su propia vida y se den cuenta de que todos tenemos pecados. Y la respuesta ante esas realidades no es únicamente la muerte, sino que se invita a superar las tentaciones que siempre nos asolan.

En el encuentro con Jesús, cada hombre y mujer se fueron, empezando por los más viejos, dice el evangelio. La mujer queda sola delante de Jesús y seguramente nunca más volverá a cometer el mismo pecado. No solamente ha sanado de la situación particular, sino que como persona se ha visto reconocida, querida por alguien que la ha mirado sin interés egoísta, sino con el interés de un padre, de un verdadero amigo que siempre está presente para ayudar a superar lo que le ha tocado enfrentar.

Nos dice el P. Fredy Peña en la Liturgia Cotidiana: “Una vez más, los doctores de la ley y los fariseos quieren poner a prueba a Jesús. No obstante, el Señor no quiere la condena ni mucho menos la perdición de sus hijos. No desea que la ley se tipifique como una norma “absoluta” de moralidad; al contrario, quiere enseñarla como una “sabiduría” que flexibilice el cómo se juzga, pero sin caer en un “no pasa nada…todo está permitido”.

Quinto domingo de Cuaresma, 6 de abril 2025.

28 Mar2025

“Hijo mío, tú estás siempre conmigo”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

“Hijo mío, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo. Es justo que haya fiesta y alegría, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido encontrado” (cfr. Lucas 15, 1-3. 11-32).

Nos encontramos cada vez más cerca de la meta que es vivir profundamente la Pascua de Resurrección. Un acontecimiento único en la historia universal y que habla de uno que ha sido totalmente comprometido con la humanidad al punto de aceptar el sacrificio de su Hijo por la salvación de todos.

Ya lo compartíamos el domingo anterior, el esfuerzo de este tiempo privilegiado de oración, ayuno y solidaridad trae consigo el descubrimiento de un nuevo rostro de nuestro Padre Dios. No es que antes fuera castigador y ahora ha cambiado en bondad ¡No! Siempre ha sido el mismo Padre que ha comunicado su cariño de manera excesiva, ha estado de tal manera atento a sus hijos que los conduce de manera amorosa por el desierto, de la esclavitud a la libertad. Y ese itinerario se sigue repitiendo de generación en generación, pero ahora de acuerdo con la nueva comprensión de esta realidad que podemos identificar con el materialismo, el hedonismo, el egoísmo, que impide reconocer el rostro verdadero de cada hombre o mujer que tenemos a nuestro lado.

Los hijos que hoy se nos presentan en la Parábola, somos cada uno de nosotros, que en ciertas ocasiones hemos tenido nuestros momentos de rebeldía y hemos huido de casa o en otras somos los que hemos permanecido al lado del padre, pero reclamamos cuando ese hermano vuelve creyendo que tenemos más privilegios por haber llevado “posiblemente” el peso del cuidado del padre o la casa.

Son esas situaciones las que nos han hecho distorsionar la imagen de Dios. Esos personajes que son los fariseos a quienes Jesús les habla, quienes nos asustan con los castigos que nos llegarán cuando volvamos “con la cola entre las piernas”.

Pero contrariamente a lo que dice el título de esta parábola, Dios es el protagonista de esta lectura. El Padre es el que se presenta como “pródigo”: un padre atento a la realidad de sus dos hijos. Con el menor sufre esperando su retorno y de hecho él, el padre, lo ve antes que llegue y corre a su encuentro para recibirlo con abrazos, besos y devolverle su dignidad. Dice el Padre Pagola que no es el hijo el que vuelve, sino el Padre quien sale al encuentro de quien estaba ausente y consumido por el pecado.

Es el Padre quien invita al Hijo Mayor a entrar en un camino de conversión para no quedar con sentimientos de abandono. Pues estando siempre al lado del padre todo le pertenecía, era el administrador de sus bienes. Pero siente la amenaza de quien al volver le puede quitar todo.

El Padre pródigo lo conoce al hijo mayor, sabe de su intransigencia y de sus fragilidades, pero es así como lo invita a ser un hermano comprensivo y acogedor de su hermano que ha caído. Es una situación que a él también le ha podido ocurrir.

El Padre es comprensivo con el hijo que ha vuelto a la casa porque su propia historia se ve reflejada en él. Todos hemos querido ser independientes, grandes. Pero hemos debido reconocer que nuestro padre era más sabio y justo a la hora de recibirnos de nuevo.

Podemos aprovechar de rezar por las familias en problemas, por quienes se sienten poco amados, por quienes hoy renuncian a ser padres por comodidad o falsa solidaridad creyendo que los cuidan de los males que podrían afrontar, por los que padecen pobreza y quienes viven la violencia de la guerra junto a ellos para que se despierte la paz, la solidaridad, la justicia en cada hermano.

Cuarto domingo de Cuaresma, 30 de marzo 2025.

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