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20 Jul2024

“…Y estuvo enseñándoles largo rato”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Al regresar de su misión, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: <<Vengan ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco>>. Porque era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles largo rato (Marcos 6, 30-34).

Los apóstoles han puesto toda su vida en la tarea misionera. Su esfuerzo de cada día ha sido crecer en la comprensión del Evangelio de Jesús. Han dedicado tiempo a la oración y al estudio para escuchar de la boca del mismo Dios lo que han de decir y lo que han de hacer. Jesús se los había dicho en las instrucciones que llevaban, pero siempre hay situaciones en las que se debe improvisar, una improvisación que no debe ser una invención del momento, sino que sabe ajustar la Palabra revelada para que ilumine la realidad que les ha tocado pasar. Se han ido convirtiendo poco a poco en el mismo a quien anuncian, porque sus criterios, sus acciones, sus palabras, su sentir, es el que habría tenido el Señor.

Al volver de su tarea misionera, el Maestro, quiere compartir con ellos su aprendizaje, sus preocupaciones, sus dolores, sus alegrías, lo que han descubierto, los aportes que podrían hacer, etc.; además de descansar y reponerse de todo lo que han vivido durante ese tiempo que es tan exigente.

En el hoy de la tarea misionera, que necesario se hace el descanso junto al maestro para que podamos descubrir cuáles son las palabras que se deben pronunciar, más aún cuando estamos en una época en la cual se ha perdido la confianza en ellas y cuando todos dicen lo mismo: políticos, autoridades, jueces, sacerdotes. Que necesario se hace aprender a escuchar sacándose todos los prejuicios, comprendiendo los lenguajes que poseen las diversas generaciones de personas que nos toca compartir este mundo, más aún este pedazo de mundo que es nuestro país y dentro de él esta región del Maule. No es fácil escuchar, porque brotan de inmediato las respuestas, y todas o muchas de ellas aprendidas en manuales; el hoy exige una escucha en la que cada uno pueda descubrir los caminos a construir, porque los más antiguos tenemos la “deformación” de querer siempre aconsejar, dictar normas y los más nuevos quieren descubrir, ser acompañados, pero no que les digan lo que hay que hacer porque aparece como una imposición y luego una dominación.

En Jesús, los apóstoles, pueden descansar. Pero fuera de todo pronóstico, la gente los sigue y el maestro que sabe salir de su esquema, siempre opta por los más pobres, los más desprotegidos y les enseña y se preocupa de ellos porque son como ovejas sin pastor. Los misioneros deben aprender esa lógica. La desinstalación, la apertura al Espíritu para actuar en todo momento con cercanía humana, con caridad, con lucidez, con amor verdadero. Es decir, el misionero da, ante todo, testimonio. Eso lo caracteriza y lo va haciendo necesario a los hombres y mujeres de este siglo.

En una época de demasiados cambios, de adelantos tecnológicos que solo existían en los sueños, de servicios que se realizan a distancia y se pagan a crédito o débito, podríamos quedar solos para siempre. Pero el evangelio de Jesucristo es de personas, es de relaciones sociales, es de encuentro verdadero y constructivo. Los misioneros deben aprender a mirar, a escuchar, a compartir, a hablar siempre para sanar, para que todos puedan valorar que es posible la vida del cielo en la tierra, que es posible vivir el Reino de Dios.

Décimo sexto domingo del año, 21 de julio 2024.

12 Jul2024

“Los llamó y los envió de dos en dos”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder sobre los espíritus impuros. Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni pan, ni provisiones, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que no tuvieran dos túnicas. Les dijo: <<Permanezcan en la casa donde les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el polvo de sus pies, en testimonio contra ellos>>. Entonces fueron a predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos demonios y sanaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo (Marcos 6, 7-13).

Luego del encuentro con su familia, Jesús, continúa con su peregrinación para llegar a todos los hombres y mujeres de su país anunciando y realizando los signos que validan su misión y que hacen renovar la esperanza de su pueblo. El Padre Fredy Peña Tobar, nos ayuda a reflexionar en este domingo con su mensaje:

“El envío de los Doce es una señal más de cómo el Señor pensaba la misión. Recordemos que los Apóstoles no eran ni profetas ni sacerdotes de profesión; es más, el Señor los saca de su vida cotidiana y les presenta un proyecto inédito como a ejemplo del profeta Amós. El envío que Jesús hace es un mandato y un don donde la eficacia de la Palabra radica no en los medios humanos, sino en la fuerza y el contenido del mensaje.

No obstante, el anuncio del Reino requiere ciertas exigencias y estar preparados para los momentos difíciles, aunque no veamos los frutos inmediatamente: liberarse de todo lo superfluo, pues la sencillez caracteriza al hombre de fe; contentarse con lo poco o mucho que nos entrega la propia misión y no ser tentados por cuestiones como el prestigio, el poder y la comodidad. Además, el ir de dos en dos obedece a que en la antigüedad los acontecimientos importantes eran confirmados al menos por dos testigos, es decir, el testimonio de dos tiene mayor credibilidad que el de uno solo. La actitud de desprendimiento que exige la misión es importante, porque si no se vive, difícilmente una persona alcanzará el desapego a sus propios intereses y será fiel mensajero del amor de Dios. Asimismo, la orden de Jesús de sacudirse el polvo de las sandalias alude a una costumbre de los israelitas para resarcirse de la impureza adquirida al estar en tierras paganas.

Por tanto, ser pagano no implicaba únicamente la condición de extranjero, sino a recibir o no el mensaje de Cristo. Con esto, el Señor quiere enseñarnos que para la misión solo necesitamos la fuerza del Espíritu. El talento, la inteligencia y la influencia que da lo material no son esenciales, puesto que la pobreza exterior del misionero es un signo de convicción, de confianza en Dios y no en sus propias fuerzas o medios para llevar a cabo la misión”. (“La Liturgia cotidiana”, pág. 28, 2021).

Conociendo el sentido que tiene la misión para Jesús y que les ha comunicado a los discípulos, es bueno preguntarnos en el hoy de ella. ¿Cómo hacemos llegar el evangelio a los hombres y mujeres? Sabedores de que los hombres y mujeres del siglo veintiuno no están tan abiertos a la Palabra del Señor como sí lo era hasta el siglo veinte. Recordando un documento del Papa Paulo VI: Evangelii nuntiandi; es muy importante reflexionar en los contenidos, los evangelizadores, los medios, etc., para que la responsabilidad que tenemos en el anuncio sea vivida en una realidad nueva, donde es casi iniciar la predicación donde no la había. Pero tomando en cuenta que es una palabra que se propone con cariño y que no se impone porque las grandes dificultades de hoy tienen que ver con la autoridad que tienen las instituciones, en muchos casos se dice que continúan hablando y su testimonio no expresa lo que sus labios dicen.

Décimo quinto domingo del año, 14 de julio 2024.

05 Jul2024

“¿De dónde saca todo esto?”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba estaba asombrada y decía: “¿De dónde saca todo esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?”. Y Jesús era para ellos un motivo de escándalo. Por eso les dijo: <<Un profeta es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa>>. Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de sanar a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos. Y Él se asombraba de su falta de fe (Marcos 6, 1-6).

Recuerdo una anécdota que comentaba nuestro obispo ya fallecido, don Carlos González, de un artista que tallaba hermosos motivos y alguien le pidió tallar un Cristo en un tronco seco que había en su casa. Le quedó tan bonito que lo instalaron en una capilla para que la gente fuera a rezar ante él. Todos admiraban el Cristo y se arrodillaban con fervor para entregarle sus necesidades y agradecimiento en la oración. El tallador solía pasar también, pero, no tenía la misma compostura que los demás, hasta que alguien le llamó la atención por su actitud poco respetuosa a lo que el hombre dijo: <<¡Y por qué me voy a arrodillar si yo lo conocí naranjo!>>.

El Padre Pagola nos ayuda a leer este texto con su profunda reflexión: “El relato no deja de ser sorprendente. Jesús fue rechazado precisamente en su propio pueblo, entre aquellos que creían conocerlo mejor que nadie. Llega a Nazaret y nadie sale a su encuentro, como sucede a veces en otros lugares. Tampoco se le presentan a los enfermos de la aldea para que los cure.

Su presencia solo despierta en ellos asombro. No saben quién le ha podido enseñar un mensaje tan lleno de sabiduría. Tampoco se explican de dónde proviene la fuerza curadora de sus manos. Lo único que saben es que Jesús es un trabajador nacido en una familia de su aldea. Todo lo demás <<les resulta escandaloso>>.

Jesús se siente <<despreciado>>: los suyos no lo aceptan como portador del mensaje y la salvación de Dios. Se han hecho una idea de su vecino Jesús y se resisten a abrirse al misterio que se encierra en su persona. Jesús les recuerda un refrán que, probablemente, conocen todos: <<No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa>>.

Al mismo tiempo <<se extraña de su falta de fe>>. Es la primera vez que experimenta un rechazo colectivo, no de los dirigentes religiosos, sino de su pueblo. No se esperaba esto de los suyos. Su incredulidad llega incluso a bloquear su capacidad de curar: <<No pudo hacer allí ningún milagro, solo curó a algunos enfermos>>.

Marcos no narra este episodio para satisfacer la curiosidad de sus lectores, sino para advertir a las comunidades cristianas que Jesús puede ser rechazado precisamente por quienes creen conocerlo mejor: los que se encierran en sus ideas preconcebidas sin abrirse ni a la novedad de su mensaje ni al misterio de su persona.

¿Cómo estamos acogiendo a Jesús los que nos creemos <<suyos>>? ¿No vivimos demasiado indiferentes a la novedad revolucionaria de su mensaje? ¿No es extraña nuestra falta de fe en su fuerza transformadora? ¿No corremos el riesgo de apagar su Espíritu y despreciar su profecía?” (“El camino abierto por Jesús”, pág.112-113, PPC).

O muchas veces nos acostumbramos tanto a ser de Iglesia que hemos perdido el sentido del misterio y nos creemos que el cumplir es para los otros y no para nosotros. Existe tanta familiaridad que ya no nos impresiona nada.

Pidamos al Señor mismo que nos dé esa capacidad de asombro ante su cercanía en cada hermano o hermana que conocemos desde siempre y que ha crecido gracias a su esfuerzo, a su estudio, a la ayuda y apoyo de muchos otros, de quienes vamos formando una comunidad de hermanos y amigos. Que esa alegría del crecimiento de los hermanos nos regale mucho más compromiso, cuidado, valoración de los otros para construir su Reino.

Décimo cuarto domingo del año, 7 de julio 2024.

01 Jul2024

“Hija, tu fe te ha salvado”

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás de Curicó

Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran multitud se reunió a su alrededor, y Él se quedó junto al mar. Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: <<Mi hijita se está muriendo; ven a imponerle las manos, para que sane y viva>>. Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacía doce años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús, se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque pensaba: <<Con sólo tocar su manto quedaré sanada>>. Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que estaba sanada de su mal (cfr. Marcos 5, 21-43).

Este hermoso texto nos recuerda a muchos el encuentro del Papa Juan Pablo II con los jóvenes en su visita a nuestro país hace ya más de treinta años. Es una joven la que espera la salud de parte de Jesús, su padre ha ido al encuentro del Maestro.

En el trayecto sucede algo tremendo, seguramente es una calle muy concurrida y en un horario en el cual hay más gente de lo habitual. Todos pueden tocar a Jesús al pasar. Pero “el tocar” de la mujer es algo muy distinto. Su acercamiento a Jesús no está marcado por la curiosidad ni por escuchar sus palabras tan sabias, sino que únicamente están llenos de fe.
Una fe que hace realidad su sanación. Sin pronunciar palabras, sin gritar ni vociferar, silenciosamente, tímidamente porque es una enfermedad aún en estos tiempos “vergonzosa”. Una mujer ha movido al Señor a la acción pastoral, a la caridad solidaria con el mundo que sufre. Es un paso renovador de la tarea eclesial que en estos tiempos nos permite preparar el camino para el ministerio enviado de la mujer que, dicho sea de paso se han enviado dos en una parroquia de Curicó. Sabemos, y lo hemos dicho en reflexiones anteriores, que en nuestras capillas y desde siempre son ellas las que nos mueven, las que preparan, las que parten las iniciativas de creación o de construcción de comunidades. Así esta mujer enferma con su esperanza logra que Jesús la mire y le hable después de haber sido sanada porque ha puesto toda su confianza en él.

Veo una invitación a que seamos hombres y mujeres de fe. De profunda fe en Jesucristo. Muchos creen, lo hemos dicho también, en imágenes personales y no en el Señor que la escritura nos presenta y que tiene profunda caridad con los hombres y mujeres del mundo. Jesús ha partido inmediatamente al llamado de Jairo para atender a su hija, pero ha respondido con su sola presencia a la necesidad de una mujer sufriente.

La fe mueve montañas, es cierto; pero se requiere el esfuerzo humano para alcanzar ese regalo de la salud que Dios nos quiere dar. Ir como Jairo al encuentro del Maestro, salir y tocar como la mujer a Jesús. Siempre pondrá de relieve esa actitud libre, que busca y que en él encuentra lo que necesitaba, como ocurre con este ejemplo de la mujer.
Hoy tenemos enfermedades de falta de sentido en la vida y eso se traduce en neurosis. El afán de dominio provoca grandes guerras que conocemos hoy en día y la amenaza terrible de que todo puede desaparecer por puro capricho humano. Que necesario es reconocer nuestras dolencias para comenzar a sanar.

La salud de nuestras situaciones de pandemias diversas, de injusticia, de falta de solidaridad, etc. necesita la fe y junto con ello el actuar de quienes piden para que la salud llegue.

Décimo tercer domingo del año, 30 de junio 2024.

17 Jun2024

Entrando en la lógica del sembrador y no del cosechador

p luis alarP. Luis Alarcón Escárate
Párroco San José-La Merced
Vicario Episcopal Curicó y Pastoral Social
Capellán CFT-IP Santo Tomás Curicó

Jesús decía a sus discípulos: <<El Reino de Dios es como un hombre que echa la semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día, la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la cosecha>>. También decía: <<¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios? ¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra>>. Y con muchas parábolas como éstas les anunciaba la Palabra, en la medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba todo (Marcos 4, 26-34).

El Padre Pagola, nos deja una reflexión que nos ayuda a mirar la vida más allá de lo puramente temporal:

“A Jesús le preocupaba mucho que sus seguidores terminaran un día desalentados al ver que sus esfuerzos por un mundo más humano y dichoso no obtenían el éxito esperado. ¿Olvidarían el reino de Dios? ¿Mantendrían su confianza en el Padre? Lo más importante es que no olviden nunca cómo han de trabajar.

Con ejemplos tomados de la experiencia de los campesinos de Galilea anima a sus discípulos a trabajar siempre con realismo, con paciencia y con una confianza grande. No es posible abrir caminos al Reino de Dios de cualquier manera. Se tienen que fijar en cómo trabaja él.
Lo primero que han de saber es que su tarea es sembrar, no cosechar. No vivirán pendientes de los resultados. No les han de preocupar la eficacia ni el éxito inmediato. Su atención se centrará en sembrar bien el Evangelio. Los colaboradores de Jesús han de ser sembradores. Nada más.

Después de siglos de expansión religiosa y gran poder social, los cristianos hemos de recuperar en la Iglesia el gesto humilde del sembrador. Olvidar la lógica del cosechador, que sale siempre a recoger frutos, y entrar en la lógica paciente del que siembra un futuro mejor.
Los comienzos de toda siembra siempre son humildes. Más todavía si se trata de sembrar el Proyecto de Dios en el ser humano. La fuerza del Evangelio no es nunca algo espectacular o clamoroso. Según Jesús, es como sembrar algo tan pequeño e insignificante como "un grano de mostaza" que germina secretamente en el corazón de las personas.

Por eso, el Evangelio solo se puede sembrar con fe. Es lo que Jesús quiere hacerles ver con sus pequeñas parábolas. El Proyecto de Dios de hacer un mundo más humano lleva dentro una fuerza salvadora y transformadora que ya no depende del sembrador. Cuando la Buena Noticia de ese Dios penetra en una persona o en un grupo humano, allí comienza a crecer algo que a nosotros nos desborda.

En la Iglesia no sabemos cómo actuar en esta situación nueva e inédita, en medio de una sociedad cada vez más indiferente y nihilista (que nada tiene sentido). Nadie tiene la receta. Nadie sabe exactamente lo que hay que hacer. Lo que necesitamos es buscar caminos nuevos con la humildad y la confianza de Jesús.

Tarde o temprano, los cristianos sentiremos la necesidad de volver a lo esencial. Descubriremos que solo la fuerza de Jesús puede regenerar la fe en la sociedad descristianizada de nuestros días. Entonces aprenderemos a sembrar con humildad el Evangelio como inicio de una fe renovada, no transmitida por nuestros esfuerzos pastorales, sino engendrada por él”.

Que la reflexión del Padre Pagola nos ayude a caminar con esperanza. Y que, como cristianos, demos pasos de compromiso verdadero con la construcción de nuestro país y comunidades, aquí comenzamos a hacer presente el Reino de Dios.

Décimo primer domingo del año, 16 de junio 2024.

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